
El concepto de Atención Temprana ha ido evolucionando a lo largo de las últimas
décadas, pasando de un modelo tradicional, imperante en los años 70-80, hasta el modelo
actual basado en una concepción biopsicosocial.
Un Programa de Atención Temprana debe articularse en dos líneas:
1- La intervención con el niño. Entendida como un proceso de evaluación intervención continua en donde se abordan las distintas áreas del desarrollo de forma global, a través de acciones significativas que tengan en cuenta la motivación del niño en un clima de seguridad afectiva.
2- La intervención con el entorno. Es un conjunto de medidas dirigidas a los
contextos donde el niño se desenvuelve. Incluye todas aquellas acciones que permitan
mejorar la calidad de dichos medios: ajustando la respuesta educativa, equilibrando la
situación emocional y evitando la aparición de otros trastornos asociados.
La intervención se abordará por parte de uno o varios profesionales especialistas de forma coordinada. Cada especialista deberá incluir en su plan de actuación no solo aspectos relativos a su disciplina sino que potenciará el desarrollo integral del niño teniendo en cuenta sus necesidades en las diferentes áreas. La multidisciplinariedad debe garantizarse para poder ofrecer una atención de calidad que responda, de un lado a las características concretas derivadas del trastorno, y de otro lado a las necesidades que presenta como niño en proceso de crecimiento.